El Presidente Calderón se
dirigió así a los empresarios de México para que sean decididos: tenemos
grandes problemas y grandes desafíos. Lo
importante no es tener problemas. Lo importante es tener la decisión de
enfrentarlos. Aspiramos a ser un país de leyes, donde se pueda vivir, invertir
y trabajar en paz. Pero para esto se requiere tener plena certidumbre jurídica
y tranquilidad de vida en las familias y las empresas.
No podremos aspirar a una
Patria libre mientras sean las propias policías o Ministerios Públicos o jueces
los que estén dominados y operando incluso a favor de los criminales.
Hay que luchar contra los
delitos que más indignan a los ciudadanos, que más envilecen la vida pública y
que más entristecen y enlutan a las familias: tan abominables como la cobardía
de quienes, debiendo combatirlos, no lo hacen.
Tenemos que generar nuevamente
valores y amor por el trabajo, y aprecio por la vida y estima por la
convivencia ordenada, en las nuevas generaciones de mexicanos que abren las manos y los brazos, desesperanzados de no
ver o no creer en absolutamente nada.
Es necesario reconstruir la
institucionalidad del país, contar con policías federales eficaces y policías estatales
que sean capaces de servir a los ciudadanos, y no a los delincuentes.
Autoridades que ante el crimen, la extorsión, y el secuestro, hagan como que no los ven, se agachen y se van
de lado.
Si trabajar para otro es una
forma de esclavitud, tanto Hidalgo como Morelos vivieron y murieron luchando
contra la esclavitud. Dejarse, abandonarse, intimidarse, someterse a la
criminalidad, es simplemente renunciar a la libertad.
Dejarse vencer por el miedo o
por la crítica, o por el temor, es precisamente renunciar a la libertad; es, finalmente,
resignarse a la esclavitud.
Decía Luther King: que sólo
peor que el clamor estridente de la gente mala, es el deleznable silencio de la
gente buena.