El fraude electoral fue, en su
momento, tan pernicioso para el sano desarrollo de la comunidad nacional, como
lo es hoy el crimen organizado. Medio mundo participaba en el fraude electoral;
así como ahora medio mundo participa en el crimen organizado.
Algunos políticos llegaron a
decir, en defensa del engaño electoral, que era patriótico, mientras la gente
pensaba de ellos que eran “mapaches”. Hoy, cuando alguien pide que el ejército
regrese a los cuarteles, la gente piensa que si lo dicen es porque son adictos a
la droga.
La lucha contra la
falsificación electoral tenía una modalidad:
a cada uno de los fraudes del gobierno y su partido, la oposición incorporaba medidas correctivas
en la reforma electoral. De fraude
en fraude y de reforma en reforma, se llegó
a las elecciones presidenciales de 1988,
cuando se cometió el “padre” de todos los fraudes: el de Salinas de
Gortari.
Ante la fuerza política
alcanzada por los partidos de oposición el Gobierno aceptó darle vida al IFE
para que las elecciones quedaran en manos de un organismo imparcial, que
asegurara certeza, transparencia y legalidad a los partidos
En un primer momento se pensó que
el fraude electoral había sido superado
y nuestro sistema político convertido en una democracia con demócratas. Pero en el reciente
proceso electoral efectuado en el estado de Michoacán hubo una desagradable sorpresa:
el retorno del fraude electoral, de manera experimental. (Nació una nueva cepa
de fraude electoral, combinada con crimen organizado. )
Para esta ocasión, los
sicarios seleccionaron algunos ciudadanos de Tierra Caliente y los obligaron bajo
amenaza de muerte a votar o no votar por un determinado candidato. Conclusión:
el crimen organizado demostró que tiene la
habilidad y la organización necesarias para influir en una votación fraudulenta de gran envergadura, amenazando con su intervención las próximas elecciones presidenciales.
La candidata de uno de los
partidos contendientes denunció estos hechos como una campaña de intimidación para
que la gente no fuera a votar. Y dijo: “No acepto este modelo de poder, de
personas que usando las armas, la extorsión y la violencia consiguen dominar,
mandar, dirigir”
Además lanzó un exhorto a la
ciudadanía michoacana para exigir a las autoridades un Estado de Derecho, donde
se tenga la firmeza para enfrentar a estos grupos armados y organizados,
comenzando por reconocer su presencia.